Retomando el tema, cuando había chance nos colábamos a las tocadas y cuando no, pues ni modo, no nos interesaba el furor del baile sino ver qué onda agarrábamos, me refiero a ver que aprendíamos, hubo algunos guitarristas que cuando se daban cuenta que estábamos ahí y que los estábamos mirando rápidamente volteaban el diapasón de la guitarra celosamente para otro lado a fin de que -según ellos- no les pudiéramos robar o copiar sus “brillantes” ondas, había cierto egoísmo y competencia entre ellos para ver quién era el mejor….cosas de muchachos. Más adelante tuve la fortuna de conocer a Rubén Soriano -“la liebre”- quien tocaba la guitarra “de poca” y él, abiertamente y sin tapujos me orientó. Era un muchacho adolescente tranquilo con una sonrisa agradable siempre en su cara; con él empecé a darle sentido a los “caqueos” y armonía del “shuffle” y “rythm & blues”, incluyendo la música de Ray Charles y B.B King.
Por aquel tiempo abundaban los gandayas que abusaban, insultaban y discriminaban a los rockanroleros, Rubén siendo mayor que yo me protegía como si fuese su hermano menor, recuerdo una vez en los baños de Mike’s Bar (viejo), un marinero alto y bastante fortachón se paso de “vivo” conmigo despeinándome y burlándose de mi apariencia, en ese momento Rubén entro a los baños y dándose cuenta de la situación de un solo puñetazo en la quijada mando a dormir a este sujeto.
Unos años antes yo asistí a un colegio privado a tres cuadras de mi casa. Cursaba la primaria, me acuerdo claramente como si hubiera sido hoy por la mañana -siendo que esto fue hace mas de 50 años-, a la hora del recreo yo pasaba por los salones de secundaria y escuché una voz melodiosa bien afinada y con mucho “feeling” acompañada por una guitarra bién tocada: era Manuel Delgadillo, un joven muchacho con un gran entusiasmo brillaba y los estudiantes que lo rodeaban le aplaudían complacidos, desde entonces Manuel fué una inspiración para mí. A los 9 años yo ya traía el gusanito pero ignoraba que hubiera en Tijuana alguien con la capacidad de tocar y cantar canciones de Elvis Presley, Paul Anka y Neil Sedaka como Manuel lo hacía, yo sabía algunas pisadas en la guitarra pero no sabía como usarlas, mi padre nunca se dió el tiempo de enseñarme. Le iba a pedir a Manuel que me enseñara, pero lo perdí de vista y no supe como contactarlo, (lo pude hacer al año siguiente) ya que se atravesaron las vacaciones de verano.
Lo gracioso de esta anécdota es que su casa quedaba a dos cuadras de la mía, en un callejoncito escondido de la calle sexta, ahí asistían a ensayar "el apache" y demás integrantes de Los Stranger's, yo tan travieso, tan travieso y a busque y busque por otro lado sin darme cuenta que en mi propio terruño y enfrente de mis narizotas tenia la mera mata o como quien dijera, " la llave para darme cuerda".
La avenida Revolución quedaba a dos cuadras y media de mi casa y yo solía recorrerla cada vez que iba al centro. Me detenía sobre la acera entre el gentío que circulaba y hacía como que buscaba algo en el suelo o como si algo se me hubiera olvidado, quería pasar desapercibido haciéndome el tontito para distraer la atención del personal que trabajaba en la puerta de los night club’s invitando a la gente a pasar, no tardaba mucho dándome el gusto de escuchar al trío de Franky Dee (el corella) o al Chato Checker de Mexicali, cuando de repente oía una voz regañona que me despertaba de mi alucinación exclamando con fuerza… ¡Ora escuincle: sáquese de aquí!
Cuando el arte se trae en la sangre tu ser siente la necesidad de encontrar la manera de manifestarlo”.
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